Los voladores: son hombres que tenían poderes para “volar”, cuentan que se los veía como pasaban por el aire, algunos como ventarrones negros que se daban cita en las noches para enfrentarse en peleas que se sentían como pájaros grandes que aleteaban y atemorizaban. La excusa de los voladores, eran usadas por las madres para que sus hijos se comporten: “Éntrate a la casa, porque te llevan los voladores”. En la noche parecía que eran gallinazos, pero uno salía a ver y eran ellos. Ellos eran brujos!.
Fuente: Mandato de Vida del Cabildo indígena de Tangua / Autor: Manuel Quiroz @manuquialCuenta Doña Gloria, que cuando tenía 12 años, iba a moler, subía con el caballo al molino y cuando escuchaba un señor que decía apuren, apuren…, el señor había sido Don Prisciliano, que les decía a los espíritus que apuren que le ayuden a cargar. Tal vez uno de los voladores más reconocidos en el territorio, es Don Prisciliano Reyes, él fue un habitante de la tierra Tangueña, nacido entre 1900 – 1910, vivió en Tangua, en el sector conocido como San Francisco, se estima que falleció entre 1960 – 1970.
En torno a Don Prisciliano, se han tejido numerosas historias, algunas más fantásticas que otras, lo cierto es que las versiones contadas por diferentes personas que aún lo recuerdan, concuerdan en lo increíble de sus historias. De él, se dice que podía volar, que había conseguido poderes mágicos, que podía transformar su cuerpo a través del auto-conocimiento y el saber indígena. Él es sin duda la vivencia tangible del conocimiento ancestral llevado al máximo nivel: La Transfiguración, que representa la capacidad personal de mostrarse de diversas formas. Don Prisciliano, logró llevar sus conocimientos a la transfiguración, por medio de la contención de saberes y de exploración de su propia mente basado en conocimientos ancestrales.
Algunos opinan que este personaje, rebasó los límites del universo que la mayoría de personas no se atreven ni siquiera a imaginar, sin embargo, es necesario entender que la transfiguración no es un evento que surja como mera creación imaginaria; es el resultado de un proceso que se gesta en distintos puntos del inconsciente, dependiendo de las carencias o expectativas de quien la experimenta. La transfiguración resta importancia a la entidad humana y muta los rasgos esenciales del hombre en algo que no tiene nada que ver con el referente del mundo material, al trascender lo meramente físico para explorar ese mundo espiritual atravesando el umbral y cuyo método Don Prisciliano nunca reveló.
A Prisciliano, se lo recuerda como un adulto mayor, de caminar lerdo y pausado apoyado en su bordón, vestía camisa blanca con puños visibles sobre el saco de hombreras, gustaba de la ruana tejida en guanga de color negro, no vestía zapatos, a veces se lo miraba con alpargatas de llanta, su cabeza portaba sombrero negro de ala larga con una cinta brillante que usaba de lado, nunca ajustado a su cabeza, por lo que se veía como levantado. En su rostro resaltaba su mirada, llevaba bigote y barba discreta pero bien poblada desde las mejillas a su delgado mentón, sus cejas eran poco notorias, de tez blanca enmarcada por su cabello negro ya canoso con corte melenudo y descuidado, de mediana estatura aproximadamente 1.55 cm, cuerpo delgado y misterioso.
Otro día en una noche en Tangua, me contaron que Don Prisciliano podía hacer suyas a las mujeres que le gustaban, sin ni siquiera pedirles permiso, las tomaba en su habitación y ellas pensaban que era solo un sueño, el jamás dejaba rastro.
Algunos moradores nos cuentan sus experiencias compartidas junto a Prisciliano:
• En una ocasión Prisciliano y Don Jorge Quintero fueron a Consacá a cobrar una plata que les adeudaban, así que decidieron ir a recaudar esa deuda pero ante la negativa del deudor, Don Jorge pidió que por lo menos les dieran posada en esa casa. A la media noche, la casa comenzó a temblar por lo que el dueño y deudor, se asustó tanto que comenzó a gritar y a invocar a la Virgen para que lo protegiera, a lo que Prisciliano le contestó: “No es la Virgen, soy Yo, dando a entender que era el quien provocaba los temblores y añadió: “O me pagas o te hago caer tu casa”, así que el deudor asustado, no tuvo más remedio que ir por el dinero y pagar inmediatamente, su deuda. (Fuente: Celso Obando y Luis Alberto Santacruz)
• Una tarde cuando vivíamos en el rancho llamado el Troje, a eso de las cinco de la tarde, llegó Prisciliano a la casa de forma inesperada. El entró y saludó a mi mamá quien se sorprendió al verlo y sintió mucha vergüenza, porque en ese momento no tenía nada de comer para ofrecerle, por lo que llamó a mi papá a la cocina y le dijo: “Bobo, tonto, chuncho, cómo le vas a decir que venga, no ves que no tenemos nada de comer, hubieras avisado para ir a buscar algo”. Mi papá iba a replicar, cuando Don Prisciliano que había escuchado todo, entró en la cocina y exclamó: Por qué están discutiendo?, es que no tienen nada de comer?, Tienen dulce?, denme dulce! Respondió Prisciliano, porque en ese tiempo se utilizaba la panela que traían de Consacá para disfrutar como confite. Mientras saboreaba su panela, Prisciliano que ya se había fijado en los choclos de la finca de en frente, propiedad de los Martínez, me dijo: “Andá por un costal” y vos pará la olla que ya vengo, le gritó a mi mamá. Yo le pasé la saca casi que inmediatamente, el tenía en la mano el bordón y la ruana, se ajustó el sombrero, llevó un morral, donde acomodó la saca y exclamó: “Sin Dios y sin Santa María”, Cuando pegó una carrera, echó un rugido como animal, aleteó con los brazos y se fue por el aire. Después de una hora llegó bramando con el costal y me dijo: Andá a cocinar los Choclos, Chiquillo! Y tomamos café con envuelto pasada la media noche. (Fuente: Celso Obando y Luis Alberto Santacruz).
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